Existió una vez un hombre que tenía miles de lingotes de oro guardados en una bóveda, según cuentan al poco tiempo sucumbió gracias a una enfermedad y al llegar al cielo un ángel le abrió la puerta y le preguntó cómo le había hecho en la tierra para conseguir tanto oro si la mayoría sólo llegan al cielo prácticamente lamentándose de su vida en la tierra, a lo cual el hombre añadió:
–Me llevé una vida entera buscando tesoros en todo el mundo y es todo lo que poseía en la tierra, además de mi casa en la montaña, a lo cual el ángel siguió preguntando:
–¿Y qué hiciste de tu vida aparte de buscar oro?
–Buscar oro fue lo único, si me hubiese casado y además hijos no tuviese nada.
–¿Por qué aseguras eso? –interpeló el ángel.
–Porque todas las personas en la tierra sólo viven de ilusiones y esperanza, desean ser opulentos, pero no están prestos a practicar toda su vida el brío, desean ser felices, pero no están prestos a permutar su forma de cavilar, por naturaleza a la mayoría le gusta ser infortunado.
–¿Y tú eras feliz en la tierra? –interpeló el ángel.
–Sí, porque yo seguí mi sueño era lo único que me hacía feliz: la búsqueda de oro y eso conlleva ahínco, afán y muchos años de vida, además de sacrificar la oportunidad de tener una esposa e hijos.
–En eso tienes razón—aclaró el ángel, pasa al cielo tienes derecho a disfrutar de él.
Sin más prefacio el hombre avanzó y siguió en el cielo con la misma misión: buscar tesoros que era su único sueño.