Algunas mañanas no sé quién soy, veo en el espejo mi ajado semblante por el tiempo que no perdona. Cuando ni me agrada lo que veo opaco mis penas en llanto, después de eso me vuelvo a observar y veo un semblante igual que siempre ajado por el tiempo pero ya con las penas opacadas que guardo en un frasco de metal hermético, el espejo es mi amigo y mi compañero de vida que de vez en cuando desprecio porque me muestra las partes que ni me gustan de mí misma, pese todo trato de vislumbrar su mensaje, sobre todo cuando me dice que mi esencia se puede perder si me desvío de la senda. A veces, prefiero contradecir y es ahí cuando la vida me suele dar golpes impactantes, he pensado que es aprendizaje y otras veces imagino que pasaría si vivo la vida correctamente o como los demás esperan de mí, finalmente concluyo que eso suena a hastío y darle envergadura a lo que poco importa en este orbe.