Esa tarde de playa una dulce voz susurro a mi oído como dulce melodía…
Esa dulce voz nunca la he olvidado…
En su suave mano yacía una rosa negra: ¡Era para mí!
Aún conservo la rosa en alguno de mis libros…
Aún conservo la rosa negra que flaqueo mi corazón con ese intenso dolor: llamado desamor…
Al día siguiente volví al mismo lugar tratando de escuchar esa voz…
Mire al frente y ahí estaba el: susurrando al oído de otra bella joven…
Sin embargo, esta vez su suave mano llevaba un narciso…
La mirada de aquella bella joven resplandecía de alegría y la mía entristecía…
Mañana otra joven estaría en su lugar y llorara como yo: amargamente…
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